Francisco de Goya y Lucientes
Niños con perros de presa
1786
Óleo sobre lienzo
112 x 145 cm
© Museo Nacional del Prado
P002524
En las obras de Goya hay perros grandes y perros pequeños. También hay hombres y niños. Normalmente en las escenas cortesanas vemos perros pequeños, suaves al tacto, de color brillante. Pero aquí vemos uno grande, probablemente de caza – tiene un bozal – y quizá de un propietario latifundista. ¿Quién es el dueño? ¿Se trata de alguien que vino de ultramar? Mientras el niño lo sujeta, este piensa:
“La linde de la dehesa llega hasta ahí. Sombra llegó cansado, en el último barco que llegó a Sevilla del otro lado del mar. Acarícialo, pero cuidado, que lo hemos amarrado para que no rebusque huesos en la tierra ni pegue bocaos al amo cuando sale a codornices. Está acostumbrado a estar hasta la tarde, mirando mucho el horizonte por si viese algo, o alguien apareciera sin avisar. En una casa tan grande hay que tener algún dragón que pueda escupir fuego. Yo me escapo cuando puedo y me lo llevo sin que se entere el amo, que desde que volvió en barco bebe chocolate en mancerina y lleva sombrero.”