Francisco de Goya y Lucientes
La pradera de San Isidro
1788
Óleo sobre lienzo
41,9 x 90,8 cm
© Museo Nacional del Prado
P000750
La danza es en la otra orilla. Cruzando el Manzanares hay una pradera enorme, donde se reúnen los de Madrid para cantar debajo del quitasol y mirar la iglesia de San Francisco desde el otro lado. Goya hizo este recorrido muchas veces. Algunas incluso se quedaba horas mirando la luz sobre la ciudad que le acogió, el Palacio Real al oeste y los caminos llenos de polvo por el traqueteo de los carros. ¿Cómo podía pintar el sonido de Madrid? No fue fácil concebir La pradera de San Isidro. Había mucha gente que retratar y había que cambiar los colores tierra y rojizos a otros de gama más fría (rosados, grisáceos, color perla). El tapiz resultante iba a medir siete metros y medio, por lo que recibió quejas desde la Real Fábrica. Nunca se llegó a tejer, pero lo curioso es que aquí se consolidó una determinada imagen de Madrid que ha superado en el tiempo el tamaño de aquel tapiz. A veces los mapas son más grandes que las ciudades que representan.