El humor es la resistencia de los valientes. Reírse es defender con alegría lo que nos toca: lo que aparece sin avisar, pero también lo que se acerca al corazón. Goya demostró a lo largo de toda su trayectoria un gran sentido del humor, tanto en su vida personal como en sus obras. Desde la Real Fábrica de Tapices se imponían ciertos temas que tenían que ver con el gusto de la época: escenas sociales, campestres y costumbres populares. Goya los hace más complejos sin que por eso dejen de ser asuntos ligeros y algo “canallas”. Un personaje haciendo una broma, detalles que nos despiertan una sonrisa, acciones relacionadas con pasar un buen rato, son algunos de los recursos que emplea. Al distanciarse de las imposiciones de Francisco Bayeu –director de la Real Fábrica de Tapices y suegro del pintor– que le orientaba a pintar escenas de caza, Goya introduce algunos aspectos de la actualidad, como la presencia de los majos en la vida madrileña. Los majos eran personajes relacionados con los ambientes populares que se vestían de manera pintoresca y un tanto chulesca. Además, mirando los cartones para tapiz entendemos mejor la personalidad del pintor. Su proximidad a los círculos de la Ilustración del s. XVIII le lleva a una posición crítica (y humorística) contra la superstición y la ignorancia. Frente a lo que nos es dado, ¿por qué no crear desde el humor? Frente a lo que tenemos que hacer, ¿por qué no hacerlo divirtiéndonos? Quizás el secreto sea jugar con alguien para convertirnos en un gigante, soltar lo que nos ata, transformarlo en una cometa o simplemente hacer una pequeña broma a quien se toma todo muy en serio.