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CULTURA
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Pequeños pacientes, grandes lectores 3

Ignorancia resuelta en 1ª persona

Autor: Nicolás García Baca, 12 años
Paciente del Hospital Clínico San Carlos (Madrid)
Emociones que encontrarás en este cuento: alegría, sorpresa y calma

Once de febrero. Hoy me he despertado extraño. He desayunado y he bajado a comprar el periódico, como todos los días, pero, sorprendentemente, me sé todas y cada una de las noticias. Cuando vuelvo a mi casa ha empezado a hablarme gente a la que no conozco, pero parece que ellos sí me conocen. Saben mi nombre, dónde vivo, el nombre de mi mascota y cosas que ni siquiera yo sé de mí mismo, pero que, al darle vueltas, he caído en la cuenta de que son verdad. 

Hoy tenía planeado irme de visita a la casa de mi primo, pero no he encontrado las llaves de mi coche por ningún lado. Resulta que estaban debajo de mi gata. 

¿Qué hace esto aquí? 

No he podido pensar más porque lo siguiente que recuerdo es estar en un cuarto muy oscuro. No sé qué hacía allí, pero no ha importado, porque lo siguiente a eso ha sido aparecer caminando por la calle con mi gata a cuestas. 

Y, no sé por qué, pero me parece lo más natural del mundo. De hecho, estoy feliz. No sé la  razón tampoco de esto, pero así es. Sospecho que estoy perdiendo mi propia vida. Pero aquí estoy. Con un gato en brazos y caminando hacia ti. Y no me puedo sentir mejor. 

Es como si todo estuviera en armonía. Los árboles, los animales, las personas…

Es como si todo estuviera en armonía. Los árboles, los animales, las personas…

Y luego me he acordado.  

Ayer vino mi amigo a casa: aquél que me habló por primera vez hoy. Nos tomamos unos refrescos e invitamos a otro amigo. Este último me pidió que le dejara las llaves de mi coche, que tenía que ir a por una cosa en su casa. Cuando volvió, no sabía dónde dejar las llaves y me dijo que las había dejado en el primer sitio que vio: la casa de mi pobre gatita, que debió de pasar la noche con unas llaves clavadas en el vientre. Luego, todos salimos a dar una vuelta, para despejarnos y porque uno de mis amigos un poco alérgico a los gatos, y me dejé el periódico de ese día en mi quiosco habitual, con una foto mía que debió de desprenderse del interior del periódico cuando pasé por allí y una de mis tarjetas de visita. Por eso me hablaba gente que no conocía, y sabían muchas más cosas de mí de las que yo mismo sabía de mí: porque estaba tan mareado que yo no sabía nada de mí. Aparecí después en una habitación oscura porque cuando nos estábamos despidiendo bajé las persianas de algunas de las habitaciones de mi casa para dormir. Y luego, cuando estaba con mi gata en brazos, era porque la estaba llevando a la cita que tenía hoy con el veterinario, y como es tan perezosa, la tuve que llevar a cuestas. Me siento bien porque así es como es la vida, feliz. Y los momentos de intervalo de los que no recuerdo nada están causados por la resaca de ayer. Bueno. Es genial haberlo recordado.

Me siento bien porque así es como es la vida, feliz.

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