Joaquín Sorolla Bastida
Rompeolas de San Sebastián / Escullera de Sant Sebastià
c. 1917
Óleo sobre lienzo
52 x 72 cm
© Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo gratuito al Museo Carmen Thyssen Málaga. CTB.1998.88
A veces, observar la naturaleza puede ofrecernos muchas respuestas. A pesar de la erosión de las olas —las dificultades de la vida—, la montaña permanece serena en su fortaleza.
Si hay mucho ruido, mira la montaña. Ella estuvo ahí mucho antes de las máquinas, de que los artistas entraran y salieran. Mucho antes de que la llamaran montaña.
Estaría bien preguntarle qué opina. Siempre observamos lo que se mueve: la marea inquieta, los paseantes, el cielo inestable. Pero no pensamos en qué puede estar sintiendo ella ante tantas cosas. (También estaría bien dirigir la atención hacia estas paredes y estos pasillos. No creo que les sea indiferente todo lo que aquí sucede).
Una vez que Sorolla descubre en París el plenairismo –esto es, la pintura en contacto directo con el exterior y la naturaleza, fuera del estudio del pintor– parece que los fenómenos naturales irrumpen en sus lienzos como aliviando la sequedad de la tela, del trabajo en un taller. En un siglo en el que el ruido de las máquinas industriales y las largas jornadas laborales inundaban las ciudades, las obras empiezan a incorporar esas sensaciones livianas y envolventes.
Si hi ha molt de soroll, mira la muntanya. Ella estava ahí molt abans de les màquines, abans que els artistes entraren i isqueren. Molt abans que l’anomenaren muntanya.
Estaria bé preguntar-li què n’opina. Sempre observem el que es mou: la marea inquieta, els passejants, el cel inestable. Però no pensem què pot estar sentint ella davant de tantes coses. (També estaria bé dirigir l’atenció cap a aquestes parets i aquests corredors. No crec que els siga indiferent tot el que ací ocorre.)
Una vegada que Sorolla descobreix a París el plenairisme –és a dir, la pintura en contacte directe amb l’exterior i la naturalesa, fora de l’estudi del pintor– sembla que els fenòmens naturals irrompen en els seus llenços com alleujant la sequedat de la tela, del treball en un taller. En un segle en què el soroll de les màquines industrials i les llargues jornades laborals inundaven les ciutats, les obres comencen a incorporar aquelles sensacions lleugeres i envolupants.