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Pequeños pacientes, grandes lectores 2

Mi visita a Valdecilla

Autor: Sergio, 11 años
Aula Hospitalaria del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander)
Emociones que encontrarás en este cuento: alegría, sorpresa, amor

En una pequeña aldea de la España olvidada, en la verde de Cantabria, vive un niño llamado Sergio junto con su familia. Este niño tenía solamente 10 años, sin embargo, pese a su corta edad era muy grande y simpático, aunque algo sinvergüenza. 

Como cualquier niño de su edad, va todos los días al colegio y después se dedica a jugar a fútbol, su deporte favorito, y a caminar por los montes de su pueblo donde conoció a una cría de lobo que lo bautizó como “Bolita”, por lo bien alimentado que estaba, pese a que no se dejaba tocar ni acercar. 

Un buen día, mientras Sergio jugaba al fútbol, comenzó a notar un dolor muy fuerte en una de sus rodillas, lo que le obligó a ir de urgencia al Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. 

Un buen día, mientras Sergio jugaba al fútbol, comenzó a notar un dolor muy fuerte en una de sus rodillas, lo que le obligó a ir de urgencia al hospital

Mientras Sergio permaneció en urgencias con sus dolores, el trato fue exquisito, sin embargo, notó que el personal de Valdecilla estaba nervioso y Sergio no entendía el porqué. Entonces se armó de valor y preguntó a una enfermera:

–¿Qué sucede? Os noto nerviosos. 

–Mis compañeros aseguran haber visto un lobo pequeño afuera del hospital –le contestó. 

Entonces, Sergio pensó que la enfermera le estaba mintiendo y se centró en explicar al médico sus dolores de rodilla. Le hicieron varias pruebas y le dijeron que tenía que permanecer en el hospital por varios días. Sergio no quería, porque tenía miedo, pensaba que le podían cortar la pierna, pero rápidamente una enfermera lo montó en una silla de ruedas y le llevó a una habitación desde la cual se podía ver un hermoso paisaje con árboles. 

Una vez instalado en la habitación, Sergio se puso a observar el paisaje y ¿cuál fue su sorpresa?, que entre los árboles notó que algo se movía. Su curiosidad le llevó a prestar más atención y pudo ver a “Bolita”, el pequeño cachorro de lobo de su pueblo que había recorrido casi 30 kilómetros para ver a su amigo Sergio.

Sergio no se lo podía creer, ahora entendía el revuelo causado en urgencias y se dio cuenta de que la enfermera no le había mentido. A partir de este momento, Sergio dejó de estar preocupado porque se sentía como en su pueblo, se sentía más seguro y protegido por su amigo “Bolita” que permaneció junto a él lo que duró todo su ingreso.

Se sentía más seguro y protegido por su amigo “Bolita” que permaneció junto a él lo que duró todo su ingreso

Al día siguiente, a las nueve de la mañana, le trajeron el desayuno a Sergio y, este aprovechó para abrir una ventana a “Bolita”, quien al ver la comida, no hacía más que relamerse. Después, se pusieron a jugar en la habitación, pero no sin antes preparar un escondite para el cachorro de lobo, pues nadie sabía que estaba allí, dentro de la habitación.

En una de las visitas de Sergio al aula de juegos que tenía habilitada el HUMV en la planta tercera de la torre D, Sergio hizo amistad con un niño, llamado Enzo, mientras “Bolita” esperaba en su escondite. 

Enzo era un niño encantador y se ganó la confianza de Sergio. Con el paso de los días, Enzo fue mejorando de la enfermedad que le había llevado al hospital, nada más y nada menos que un derrame cerebral. Entonces, ya tocaba la despedida, y ambos, Sergio y Enzo, se pusieron muy tristes, momento que aprovechó Sergio para contarle su secreto más preciado.

Sergio y Enzo se pusieron muy tristes, momento que aprovechó Sergio para contarle su secreto más preciado

Enzo se asustó, pero Sergio lo tranquilizó y le obligó a acompañarlo a la habitación dónde se encontraba “Bolita”. Para sorpresa de ambos, el lobo se asustó y se escondió dentro de su armario. Fueron acercándose con cuidado al animal, quien empezó a mover el rabo como un perro cuando le enseñas un hueso. Perdido el miedo inicial, cerraron la puerta de la habitación, poniendo el sillón detrás de la puerta, y se pusieron a jugar los tres en amor y compañía.

Lo pasaron muy bien, mejor que bien. El tiempo pasaba muy rápido porque se encontraban súper entretenidos jugando y dando de comer al lobo galletas y mermeladas.

Poco después llamaron a la puerta, eran los médicos, a Enzo le habían dado el alta y se tenía que ir para casa. De hecho, se tuvo que ir sin despedirse de “Bolita”. Sergio se fundió en un abrazo con él y acordaron que se llamarían por teléfono. En ese justo momento, entró la enfermera para medir la tensión y Sergio preguntó a la enfermera: «¿Tengo bien la tensión?» Y esta le contestó: «La tienes perfecta».

Después de un rato, Sergio salió de su habitación para hacerse una ecografía, pero Sergio no quería dejar al lobo solo, y lo montó en la silla, escondido en una sábana blanca.

La prueba se hizo con éxito, sin problemas, aunque los médicos y enfermeras empezaron a sospechar que algo pasaba, porque “Bolita” empezaba a oler muy fuerte, era un olor bastante penetrante. Afortunadamente, el celador llevó a Sergio y a “Bolita” en una silla de ruedas de regreso a su habitación y todo quedó en un susto.

Sergio abrió la ventana para que “Bolita” saltase por ella y le dio una orden: “Vete a casa, ¡corre!”

Al día siguiente, llegó la doctora con las mejores noticias, “Sergio, te vas para casa, la rodilla está como nueva”. Sergio empezó a dar botes de alegría y la médica le dijo, «¡Quieto! Que te vas a quedar a vivir aquí si saltas tanto». De repente se escucha desde dentro del armario un «¡Auhhhhhh!», era “Bolita” aullando, que también lo estaba celebrando. Los médicos abrieron el armario y vieron al cachorro, se asustaron mucho, y llamaron a Seguridad, pero mientras tanto, Sergio abrió la ventana para que “Bolita” saltase por ella y le dio una orden: “Vete a casa, ¡corre!” cuando “Bolita” se fue Sergio les dio las gracias a todas las enfermeras y enfermeros por su exquisito trato.

Se montó en el coche y para su sorpresa “Bolita” saltó a sus brazos y se fueron a casa felices.

 

 



Había una vez un gato callejero llamado Pucca que soñaba con viajar al espacio, contemplar las galaxias y viajar a todos los planetas del universo. 

Un día Pucca estaba andando por la calle cuando vio en la televisión de un escaparate que en la estación espacial de su ciudad un cohete con destino a Marte partía hoy mismo, él se puso muy contento porque pensó que podía colarse en él y cumplir su sueño. Elaboró un plan para colarse en el cohete y partió hacia la estación espacial. Llegó justo cuando los astronautas se estaban subiendo al cohete, así que se escabulló por una puerta pequeñita y en 3, 2, 1 el cohete despegó. Pucca estaba eufórico, ¡por fin estaba viajando al espacio! 

Se puso muy contento porque pensó que podía colarse en el cohete y cumplir su sueño

Cuando aterrizaron en Marte el gato encontró una pequeña nave y pensó que sería perfecta para salir fuera, así que se montó y salió. Era hermoso, todo lleno de colores brillantes, estrellas y planetas a lo lejos. Desde ese día fue visitando, poco a poco, todos los planetas del universo en su pequeña nave. 

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