Autora: Elena, 11 años
Paciente de cirugía pediátrica. Hospital 12 de Octubre (Madrid)
Emociones que encontrarás en este cuento: alegría, sorpresa
Era por la mañana y la increíble detective Alice estaba durmiendo en un (no muy cómodo) suelo con una manta. La noche pasada la había pasado en el museo, pero ella apenas lo recordaba, no sabía dónde estaba ni le importaba. Se levantó con ganas de una cosa, no le apetecía dormir ni tampoco investigar, se le antojaba leer, y ya que Alice siempre conseguía lo que quería, cogió el primer libro que vio y empezó a leer. Pasaron horas y horas, y hasta que no vio a alguien no paró de leer. Eso le recordó que esa no era su casa, y se fue directo a ella con el libro en la mano. Después de un tiempo la llamaron por un caso muy urgente y tuvo que cogerlo, le decían que algo había sido robado, y no era una cosa normal, era… ¡el primer libro escrito en la historia!
Alice siempre conseguía lo que quería: cogió el primer libro que vio y empezó a leer. Pasaron horas y horas
Al escuchar esta noticia tuvo que ir inmediatamente al Museo de Historia para investigar el robo. Pasaba semana tras semana, y nada… Nada pasaba. Hasta que un día, Alice, harta del caso, se fue a su casa para descansar. Allí encontró el libro que leyó hace un tiempo y decidió echarle una ojeada. Tras un tiempo, se dio cuenta de algo… ¡era ella! Era ella quién había cogido el libro del Museo de Historia y se lo había llevado a su casa. Solo podía hacer una cosa: dejarlo en el mismo sitio del que lo había cogido. Una noche, Alice fue al museo, dejó el libro y se fue a su casa. Lo había arreglado, otra vez más Alice se tumbó en la cama satisfecha y se durmió. Nadie nunca sabría lo que habría pasado…